Ambito Financiero día lunes 2 de Enero del 2005: Evaluación de los editoriales políticos del fin de semana.
MORALES SOLA, JOAQUIN.
«La Nación».
No trajo información pero redondeó el mejor comentario de fin de semana. Analiza el intento del kirchnerismo por dominar el Consejo de la Magistratura, algo que sería la caída al abismo final (esperemos que temporario) de un ya de por sí criticable nivel de la Justicia argentina. Aplica el columnista muy bien la lógica en dos acotaciones. Se pregunta -y tiene razón- por qué el presidente de la Nación llama «el pasado» al pronunciamiento conjunto de la oposición sobre el deplorable proyecto si el mismo Néstor Kirchner -en permanencia en la política y hasta en edad- es más «pasado» que muchos de los que se pronunciaron. El otro análisis, también fruto de la lógica aplicada, es que los «populistas» latinoamericanos actuales ya no tienen masas en las plazas y «balcón», como significaba por caso Juan Perón. Lo mismo le sucede al venezolano Hugo Chávez que no logra ni acercar a las urnas más de 25% de los votantes. Con imagen muy lograda Morales Solá dice que la puerta al «balcón» está cerrada y los actos los hace el presidente Kirchner en el salón interior de la Casa Rosada ante funcionarios complacientes frente a los cuales lanza sus desorbitadas réplicas.
Debió profundizar más el columnista ese buen enfoque y arriesgar por qué ahora los demagogos latinoamericanos no tienen «plaza» con gente ni «balcón» desde el cual enardecerse y enardecer a masas. Los nuevos populistas de nuestro continente tienen más plata que carisma, a la inversa de lo que ocurría en los años '40 y '50 con Juan Perón, Getulio Vargas en Brasil, Ibáñez en Chile y luego Velasco Ibarra en Ecuador, Rafael Pérez Giménez en Venezuela y otros. No es tanto que modernamente la televisión sustituya «los actos» en lugares abiertos, aunque ciertamente ese medio es fuerte difusor. Pero ningún populista, porque está en sus entrañas, desecharía un acto de glorificación frente a una multitud que lo aclamara. Desde el mundial de fútbol de 1978 tenemos en la Argentina televisión de alto nivel y en color, sin embargo ni Italo Lúder ni Raúl Alfonsín, en el proselitismo de 1983, se privaron de reunir un millón de personas cada uno en la avenida 9 de Julio. ¿Acaso no fue televisado el acto donde Juan Carlos Blumberg reunió frente al Congreso -y marcó el récord de concurrencia de los últimos años- casi 200.000 personas? El repudio a siete años de largo militarismo en el primer caso y la ira en la población al ver sus hijos amenazados de secuestro y muerte movilizaron a la sociedad, en esos actos, hubiera o no televisión.
El déficit personal de los populistas actuales latinoamericanos -quizá pueda ser una excepción futura el boliviano Evo Morales- es, entonces, que no atraen a las masas porque no tienen ese «ángel» en presencia y en discursos, algo que en definitiva sería una suerte para las democracias que amenazan. Perón, Ibáñez y el brasileño Vargas también sumaban plata (la acumulada por vender afuera y no poder importar durante la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945). «Sumaban». Hoy día sólo es plata para repartir subsidios, dar prebendas y recolectar así votos y voluntades. ¿Quién imaginó alguna vez a Eduardo Duhalde frente a una Plaza de Mayo repleta de público cuando sólo era capaz de reunir gente en un polideportivo y con activistas llevados en colectivos pagos más choripán y gaseosa? ¿Alguien se lo imagina al matrimonio Kirchner llenando espontáneamente por simpatía un estadio de River? Pero mientras los chinos e indios suman bienestar y se devoren nuestra soja y nuestros alimentos de exportación y mientras el barril de petróleo esté en 60 dólares para Venezuela los populistas de izquierda seguirán gobernando. Y hasta con votos en urnas legítimas, aunque sean sufragios regados con mucho dinero.
Morales Solá agrega que los gobernadores radicales que no se plegaron a la oposición que repudió el intento kirchnerista de dominar totalmente a la Justicia fue porque tuvieron «órdenes del gobierno nacional con furiosas advertencias sobre asignaciones de recursos públicos». Sería que la Casa de Gobierno les preavisó que si se sumaban al repudio de la oposición tendrían menos dinero del Estado. Dinero, siempre dinero sustentando estos populismos. ¿También adiós al federalismo con esa presión a gobernadores? Es grave.
VAN DER KOOY, Eduardo.
«Clarín».
Cómo será de antidemocrático el proyecto de la Casa Rosada para dominar el Consejo de la Magistratura que hasta el vocero oficial Van der Kooy lo critica. Arriesga decir que tal sanción «ingresaría al país en una fase de regresión política». Sorprendente que en las páginas de un monopolio de prensa, socio hoy del gobierno, como es «Clarín» se exprese que «el que tiene facilidades para impedir suele tener también las mayores facilidades para tejer alianzas» (léase comprar apoyos). Aventura luego Van der Kooy, en referencia a que si hay tal nefasta reforma el kirchnerismo con 5 amanuenses sobre 13 miembros trabará todo lo que necesite reunir dos tercios (los temas más severos sobre jueces, por ejemplo) no le costará mucho sumar para imponerse entre los 8 restantes. Pensemos que entre estos 8 está por ejemplo Fredi Storani, quien con Leopoldo Moreau unió al radicalismo a Eduardo Duhalde para el golpe de Estado civil contra Fernando de la Rúa, además es un político que siempre jugó de « izquierdoso» y se mantuvo vigente -como Moreau- en el radicalismo gracias a ubicar punteros en cargos públicos. Y siempre concede éstos el gobierno de turno.
Van der Kooy agrega algo muy significativo, tratándose del diario monopólico y oficialista. Dice taxativamente que «es probable que en las próximas semanas (febrero) el gobierno logre aprobar la reforma del Consejo de la Magistratura». Recoge el pensamiento del kirchnerismo que manipula medios para convencer a Diputados, cuando el Senado ya pasó a ser una figura decorativa que aprueba -hasta sin debatir- todo lo que la Casa Rosada quiere. Gocemos el sol de este mes de enero porque parece que en febrero vienen oscuros nubarrones sobre la República.
GRONDONA, MARIANO.
«La Nación».
Didáctico siempre encara científicamente el «síndrome maníaco depresivo». De ahí pasa al «síndrome anárquico autoritario» que le imputa a Néstor Kirchner y no se entiende bien por qué a la par lo pone a Fernando de la Rúa, un hombre que habría cumplido su mandato y quizá reelecto si hubiera tenido la suerte de que el lanzamiento mundial de los chinos al bienestar (sólo en un tercio de su población) hubiera coincidido con su mandato. Gobernar una Argentina que recibe tanta plata no necesita de geniales estadistas que la gobiernen ni mucho menos. Inclusive un calmo como aquel radical hubiera tenido menos problemas externos, de inversiones y menos inflación que los inquietos pero demasiadas veces errados pingüinos patagónicos. Invoca Grondona a Juan Bautista Alberdi para las alternativas entre presidentes débiles, como De la Rúa y autoritarios como Néstor Kirchner, olvidándose que ambas cualidades dependieron de la economía nacional que les tocó enfrentar. En realidad, más modernamente, el «jefe de Gabinete» instalado por la última reforma constitucional ya buscaba solución a eso. Pero los argentinos somos transgresores y cuando alguno llega al poder lo quiere ejercer con exceso. Hasta Raúl Alfonsín soñaba con un «tercer movimiento» a partir de él. El kirchnerismo ha creado enormes enconos en la sociedad con su accionar político elefantiásico y el público alarmado requiere mayor drasticidad en los comentarios pero pensemos que sin la base filosófica como fondo permanente los restantes análisis sonarían huecos.
Por otra parte, no muchos deben coincidir en ubicar a un Néstor Kirchner como « maníaco depresivo» aunque sí en que es autoritario. Algunos lo ubican más como egocéntrico. Entre los «mesiánicos» lo ubicó un diario este sábado pasado. Otros creen que es un hombre de arrebatos adolescentes producto de hechos desconocidos de su propia infancia. La única coincidencia general es que es un político que para nada refleja el pensamiento del hombre medio argentino aunque tiene el conocimiento pícaro del lado flaco de nuestra sociedad: son más que en otros países los que aquí se «borocotizan», o sea cambian ideas por prebendas.
«La Nación».
No trajo información pero redondeó el mejor comentario de fin de semana. Analiza el intento del kirchnerismo por dominar el Consejo de la Magistratura, algo que sería la caída al abismo final (esperemos que temporario) de un ya de por sí criticable nivel de la Justicia argentina. Aplica el columnista muy bien la lógica en dos acotaciones. Se pregunta -y tiene razón- por qué el presidente de la Nación llama «el pasado» al pronunciamiento conjunto de la oposición sobre el deplorable proyecto si el mismo Néstor Kirchner -en permanencia en la política y hasta en edad- es más «pasado» que muchos de los que se pronunciaron. El otro análisis, también fruto de la lógica aplicada, es que los «populistas» latinoamericanos actuales ya no tienen masas en las plazas y «balcón», como significaba por caso Juan Perón. Lo mismo le sucede al venezolano Hugo Chávez que no logra ni acercar a las urnas más de 25% de los votantes. Con imagen muy lograda Morales Solá dice que la puerta al «balcón» está cerrada y los actos los hace el presidente Kirchner en el salón interior de la Casa Rosada ante funcionarios complacientes frente a los cuales lanza sus desorbitadas réplicas.
Debió profundizar más el columnista ese buen enfoque y arriesgar por qué ahora los demagogos latinoamericanos no tienen «plaza» con gente ni «balcón» desde el cual enardecerse y enardecer a masas. Los nuevos populistas de nuestro continente tienen más plata que carisma, a la inversa de lo que ocurría en los años '40 y '50 con Juan Perón, Getulio Vargas en Brasil, Ibáñez en Chile y luego Velasco Ibarra en Ecuador, Rafael Pérez Giménez en Venezuela y otros. No es tanto que modernamente la televisión sustituya «los actos» en lugares abiertos, aunque ciertamente ese medio es fuerte difusor. Pero ningún populista, porque está en sus entrañas, desecharía un acto de glorificación frente a una multitud que lo aclamara. Desde el mundial de fútbol de 1978 tenemos en la Argentina televisión de alto nivel y en color, sin embargo ni Italo Lúder ni Raúl Alfonsín, en el proselitismo de 1983, se privaron de reunir un millón de personas cada uno en la avenida 9 de Julio. ¿Acaso no fue televisado el acto donde Juan Carlos Blumberg reunió frente al Congreso -y marcó el récord de concurrencia de los últimos años- casi 200.000 personas? El repudio a siete años de largo militarismo en el primer caso y la ira en la población al ver sus hijos amenazados de secuestro y muerte movilizaron a la sociedad, en esos actos, hubiera o no televisión.
El déficit personal de los populistas actuales latinoamericanos -quizá pueda ser una excepción futura el boliviano Evo Morales- es, entonces, que no atraen a las masas porque no tienen ese «ángel» en presencia y en discursos, algo que en definitiva sería una suerte para las democracias que amenazan. Perón, Ibáñez y el brasileño Vargas también sumaban plata (la acumulada por vender afuera y no poder importar durante la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945). «Sumaban». Hoy día sólo es plata para repartir subsidios, dar prebendas y recolectar así votos y voluntades. ¿Quién imaginó alguna vez a Eduardo Duhalde frente a una Plaza de Mayo repleta de público cuando sólo era capaz de reunir gente en un polideportivo y con activistas llevados en colectivos pagos más choripán y gaseosa? ¿Alguien se lo imagina al matrimonio Kirchner llenando espontáneamente por simpatía un estadio de River? Pero mientras los chinos e indios suman bienestar y se devoren nuestra soja y nuestros alimentos de exportación y mientras el barril de petróleo esté en 60 dólares para Venezuela los populistas de izquierda seguirán gobernando. Y hasta con votos en urnas legítimas, aunque sean sufragios regados con mucho dinero.
Morales Solá agrega que los gobernadores radicales que no se plegaron a la oposición que repudió el intento kirchnerista de dominar totalmente a la Justicia fue porque tuvieron «órdenes del gobierno nacional con furiosas advertencias sobre asignaciones de recursos públicos». Sería que la Casa de Gobierno les preavisó que si se sumaban al repudio de la oposición tendrían menos dinero del Estado. Dinero, siempre dinero sustentando estos populismos. ¿También adiós al federalismo con esa presión a gobernadores? Es grave.
VAN DER KOOY, Eduardo.
«Clarín».
Cómo será de antidemocrático el proyecto de la Casa Rosada para dominar el Consejo de la Magistratura que hasta el vocero oficial Van der Kooy lo critica. Arriesga decir que tal sanción «ingresaría al país en una fase de regresión política». Sorprendente que en las páginas de un monopolio de prensa, socio hoy del gobierno, como es «Clarín» se exprese que «el que tiene facilidades para impedir suele tener también las mayores facilidades para tejer alianzas» (léase comprar apoyos). Aventura luego Van der Kooy, en referencia a que si hay tal nefasta reforma el kirchnerismo con 5 amanuenses sobre 13 miembros trabará todo lo que necesite reunir dos tercios (los temas más severos sobre jueces, por ejemplo) no le costará mucho sumar para imponerse entre los 8 restantes. Pensemos que entre estos 8 está por ejemplo Fredi Storani, quien con Leopoldo Moreau unió al radicalismo a Eduardo Duhalde para el golpe de Estado civil contra Fernando de la Rúa, además es un político que siempre jugó de « izquierdoso» y se mantuvo vigente -como Moreau- en el radicalismo gracias a ubicar punteros en cargos públicos. Y siempre concede éstos el gobierno de turno.
Van der Kooy agrega algo muy significativo, tratándose del diario monopólico y oficialista. Dice taxativamente que «es probable que en las próximas semanas (febrero) el gobierno logre aprobar la reforma del Consejo de la Magistratura». Recoge el pensamiento del kirchnerismo que manipula medios para convencer a Diputados, cuando el Senado ya pasó a ser una figura decorativa que aprueba -hasta sin debatir- todo lo que la Casa Rosada quiere. Gocemos el sol de este mes de enero porque parece que en febrero vienen oscuros nubarrones sobre la República.
GRONDONA, MARIANO.
«La Nación».
Didáctico siempre encara científicamente el «síndrome maníaco depresivo». De ahí pasa al «síndrome anárquico autoritario» que le imputa a Néstor Kirchner y no se entiende bien por qué a la par lo pone a Fernando de la Rúa, un hombre que habría cumplido su mandato y quizá reelecto si hubiera tenido la suerte de que el lanzamiento mundial de los chinos al bienestar (sólo en un tercio de su población) hubiera coincidido con su mandato. Gobernar una Argentina que recibe tanta plata no necesita de geniales estadistas que la gobiernen ni mucho menos. Inclusive un calmo como aquel radical hubiera tenido menos problemas externos, de inversiones y menos inflación que los inquietos pero demasiadas veces errados pingüinos patagónicos. Invoca Grondona a Juan Bautista Alberdi para las alternativas entre presidentes débiles, como De la Rúa y autoritarios como Néstor Kirchner, olvidándose que ambas cualidades dependieron de la economía nacional que les tocó enfrentar. En realidad, más modernamente, el «jefe de Gabinete» instalado por la última reforma constitucional ya buscaba solución a eso. Pero los argentinos somos transgresores y cuando alguno llega al poder lo quiere ejercer con exceso. Hasta Raúl Alfonsín soñaba con un «tercer movimiento» a partir de él. El kirchnerismo ha creado enormes enconos en la sociedad con su accionar político elefantiásico y el público alarmado requiere mayor drasticidad en los comentarios pero pensemos que sin la base filosófica como fondo permanente los restantes análisis sonarían huecos.
Por otra parte, no muchos deben coincidir en ubicar a un Néstor Kirchner como « maníaco depresivo» aunque sí en que es autoritario. Algunos lo ubican más como egocéntrico. Entre los «mesiánicos» lo ubicó un diario este sábado pasado. Otros creen que es un hombre de arrebatos adolescentes producto de hechos desconocidos de su propia infancia. La única coincidencia general es que es un político que para nada refleja el pensamiento del hombre medio argentino aunque tiene el conocimiento pícaro del lado flaco de nuestra sociedad: son más que en otros países los que aquí se «borocotizan», o sea cambian ideas por prebendas.
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