Cumbre en San Pablo para ponerle límites a Chávez, de Carlos Pagni
Acaso hoy sea la primera vez que Néstor Kirchner y Lula da Silva deban encontrarse a dialogar sobre cuestiones que exceden la agenda bilateral de los países que gobiernan, habitualmente dominada por diferencias comerciales más o menos mezquinas. El tablero regional ha comenzado a moverse de manera inquietante. Y una de las razones de su inestabilidad hay que buscarla en los comportamientos de Hugo Chávez, a quien los petrodólares relevan de cualquier estrategia medianamente comprensible. Además, claro, los dos mandatarios tendrán que liquidar algunas cuestiones personales, como siempre.
La excepcionalidad del contexto se ha trasladado a las peculiaridades del ritual. Lula preparó una liturgia para hablar, whisky de por medio, largo y tendido. Todo comenzará al atardecer, con una conversación a solas. Apenas estarán los cancilleres, Celso Amorim y Jorge Taiana, y algún ministro más. Después está prevista una comida. ¿Otra vez «churrasco», como llaman en Brasil a nuestro asado? Tal vez el santacruceño pueda disfrutar allá lo que no se permite en el país: la carne será local, sin duda. Por lo tanto, hay que esperar que coma todo lo que le permita su molesta esquenosis. En San Pablo, donde transcurrirán las reuniones, sobran los restoranes exquisitos.
Lo primero que hay que destacar en esta disposición de los horarios es la ostensible marginación de Chávez. Tanto en Olivos como en la Alvorada hay indignación con el bolivariano. Algo de razón asiste a los dos contertulios de hoy. Todavía no hace un año que invitaron al caribeño a integrarse al Mercosur, venciendo la resistencia de Uruguay y Paraguay. Pero, fascinado por la disidencia y el alboroto, el presidente de Venezuela asistió a una cumbre organizada por Uruguay y Paraguay para desairar a Brasil y la Argentina. Como Chávez se expresa en gasoductos, de esa reunión salió otro: ahora vinculará a Venezuela, Bolivia, Paraguay y Uruguay, sin contar con los dos países mayores del Mercosur como clientes. El fantasioso caño que iba a unir el Orinoco con el Plata serpenteando por toda América del Sur comienza a resultar razonable. Milagros de la ingeniería bolivariana.
En realidad, Kirchner y Lula se la tienen merecida, por explicarle tantas veces a George Bush que su amistad con el «Mussolini tropical» ( Touraine) es cínica, que sólo buscan contenerlo. Les está costando. Por eso el brasileño y el argentino harán todo para demostrar que el eje principal de la cumbre de esta semana excluye a Chávez. A su vez, el disolvente venezolano tiene también sus reproches en la mochila. Si ahora alienta la idea de un gasoducto sin consumidores es porque sus «contenedores» comenzaron a burlarse de su idea original. Es cierto: desde la sede central de Petrobras, en Rio de Janeiro, se desestimó varias veces la sensatez de una empresa que sólo se vería realizada dentro de 20 años. Suena razonable aun para quienes no son expertos en la materia.
La excepcionalidad del contexto se ha trasladado a las peculiaridades del ritual. Lula preparó una liturgia para hablar, whisky de por medio, largo y tendido. Todo comenzará al atardecer, con una conversación a solas. Apenas estarán los cancilleres, Celso Amorim y Jorge Taiana, y algún ministro más. Después está prevista una comida. ¿Otra vez «churrasco», como llaman en Brasil a nuestro asado? Tal vez el santacruceño pueda disfrutar allá lo que no se permite en el país: la carne será local, sin duda. Por lo tanto, hay que esperar que coma todo lo que le permita su molesta esquenosis. En San Pablo, donde transcurrirán las reuniones, sobran los restoranes exquisitos.
Lo primero que hay que destacar en esta disposición de los horarios es la ostensible marginación de Chávez. Tanto en Olivos como en la Alvorada hay indignación con el bolivariano. Algo de razón asiste a los dos contertulios de hoy. Todavía no hace un año que invitaron al caribeño a integrarse al Mercosur, venciendo la resistencia de Uruguay y Paraguay. Pero, fascinado por la disidencia y el alboroto, el presidente de Venezuela asistió a una cumbre organizada por Uruguay y Paraguay para desairar a Brasil y la Argentina. Como Chávez se expresa en gasoductos, de esa reunión salió otro: ahora vinculará a Venezuela, Bolivia, Paraguay y Uruguay, sin contar con los dos países mayores del Mercosur como clientes. El fantasioso caño que iba a unir el Orinoco con el Plata serpenteando por toda América del Sur comienza a resultar razonable. Milagros de la ingeniería bolivariana.
En realidad, Kirchner y Lula se la tienen merecida, por explicarle tantas veces a George Bush que su amistad con el «Mussolini tropical» ( Touraine) es cínica, que sólo buscan contenerlo. Les está costando. Por eso el brasileño y el argentino harán todo para demostrar que el eje principal de la cumbre de esta semana excluye a Chávez. A su vez, el disolvente venezolano tiene también sus reproches en la mochila. Si ahora alienta la idea de un gasoducto sin consumidores es porque sus «contenedores» comenzaron a burlarse de su idea original. Es cierto: desde la sede central de Petrobras, en Rio de Janeiro, se desestimó varias veces la sensatez de una empresa que sólo se vería realizada dentro de 20 años. Suena razonable aun para quienes no son expertos en la materia.
También se queja Chávez por las dificultades que aparecieron para realizar la cumbre de mañana. Y tal vez esté en lo cierto: se decidió hacerla después de que él alentara la disidencia de Uruguay y Paraguay (países que, «con esa lógica peculiar que da el odio», amenazan con irse con Chávez y con Bush al mismo tiempo). Alí Rodríguez, el canciller venezolano, le hizo conocer todos estos rencores a un funcionario de Kirchner que visitó Caracas hace dos lunes. « Primero nos venden los bonos y después no nos atienden el teléfono», se quejó el ex guerrillero. Dicen que fue a partir de ese inventario de demandas que el santacruceño decidió la designación de Alicia Castro como embajadora en Venezuela, un viejo pedido del presidente de ese país. Sería un error pensar que Lula y Kirchner agotarán sus comentarios sobre Chávez con referencias a su conducta como socio incipiente del Mercosur. También querrán saber de boca del invitado de mañana cuál es la estrategia que lo lleva a votar a favor de Irán en la Agencia Nuclear Internacional. O a entrar y salir de la Comunidad Andina de Naciones como si fuera un bar de las afueras de Caracas. Además de hablar de lo que los une, los presidentes de Brasil y la Argentina deberán hablar de lo que los viene distanciando. Seguramente Lula indagará a su invitado por el conflicto con Uruguay. Pero antes será el propio brasileño quien deberá explicar por qué Amorim se entrometió en la cuestión, tomando contacto con el gobierno de Finlandia. Lo que no quiere decir que esto merezca un reproche: tal vez le soliciten llamar de nuevo a Helsinki para recomponer el vínculo con Buenos Aires. Jorge Taiana, a esta altura, está dispuesto a cualquier humillación. Hasta Felisa Miceli parece tener pocas pulgas al lado suyo. No sólo otros cancilleres salen, comedidos, en auxilio del ministro. Ahora Kirchner decidió reemplazarlo por Hugo Moyano en la gestión ante los uruguayos. Es posible que acierte: si se compara el profesionalismo con que se cerraron las paritarias con el modo en que se viene negociando con Montevideo, hasta ahora el camionero demuestra más habilidades que el canciller. Aunque la comparación es injusta: es sabido que en este conflicto Taiana debe manejarse con decisiones que se toman en la oficina de Alberto Fernández, quien no afina la puntería desde el caso Borocotó. Kirchner deberá ser cuidadoso al explicar el rol de Moyano: estará hablando de un colega de Lula. A la vez, el brasileño tendrá que actuar con tacto. Más allá de los derechos y obligaciones de unos y otros en el conflicto por las papeleras (el incumplimiento legal de Uruguay es ostensible), en Brasil hay dos motivos de desvelo: que los cortes se amplíen a la Ruta 14, por la que transita el grueso de las mercaderías que circulan entre los dos países, y que Tabaré Vázquez, impulsado más que nunca hoy por su ministro Danilo Astori, decida romper el bloque y abrazarse, también en su política regional, a la herencia recibida de Jorge Batlle, la amistad con Estados Unidos. Lula querrá tener una respuesta para estos problemas de parte de su contertulio antes de despejar la incógnita que lleva a San Pablo la Cancillería argentina: si le dará o no la razón a Montevideo en la pretensión de llevar al Consejo del Mercado Común los cortes en las comunicaciones que se provocaron en la Argentina. |
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