Tuesday, October 10, 2006

Observaciones sobre el entusiasmo

Artículo publicado en el "Diario Ciudadano", de Mendoza.

El entusiasmo es una manera de vivir. Uno puede optar por reconocerlo o ignorarlo, por darle alas o por cortárselas. Si se lo toma en serio, como manifestación de sentidos personales importantes, se desarrolla un tipo de vida distinto al que surge de maltratarlo, haciéndolo víctima de cuestionamientos y descalificaciones. Es importante argumentar a favor del entusiasmo, tratar de entenderlo y de fortalecerlo, de manera que todas nuestras opciones vitales puedan hacerle lugar. Esa actitud es la más sana, la más capaz de engendrar bienestar y felicidad.

El entusiasmo, al abrir en el individuo la canilla de su personalidad, al permitir la fluidez de lo propio, permite al mismo tiempo salir de la pelea por el sentido que suele por lo general trabarse en formatos críticos y descaminados. El entusiasmo es el camino a seguir para encontrarse a sí mismo, la serie de vivencias que conducen a quien se entregue a ellas a encontrar la salida de su propio laberinto.

Con el entusiasmo aparece una visión positiva de la vida y del mundo. Una visión entusiasta de la realidad es aquella capaz de afirmar lo real más allá de la presencia de aspectos problemáticos. No es, como puede parecer, una visión ingenua que niega los problemas sino una capaz de afirmar lo posible pese y a través de esos mismos problemas. Hay en el mundo del entusiasmo una consideración de lo problemático distinta de la consideración en la que cae con facilidad el sentido común o el pensamiento convencional, que encuentra por todas partes las argumentaciones que justifican la queja y el escepticismo, o una actitud de lejanía y desinterés. Para el desencantado común los problemas son aquello que viene a arruinar la existencia, para el entusiasta resultan más bien la condición inevitable de la realidad, sobre la que hay que operar para lograr ocupar los espacios que siente necesarios.

Lo negativo de la crítica – soldada principal del escepticismo y la abstención vital- es que no es un camino, si no más bien la descalificación y cancelación de todos los caminos. El entusiasmo permite ubicarse en una vía por la cual se puede avanzar, porque es la vía precisa que nuestro deseo establece desde la inmediatez de una sensibilidad que quiere y busca más.

El entusiasmo es el punto de vista desde el cual es posible dar con una geografía personal de nuestra existencia. El entusiasmo es una orientación que se desprende de la sensibilidad más inmediata. Es necesario despejarle el camino y aceptar lo que traiga. ¿Y si el entusiasmo lleva a opciones negativas, como la drogadicción o la violencia? Parece ser que tal cosa sucede cuando el entusiasmo ha encallado y no cuando encuentra libre su camino de avance. Esos resultados negativos tienen que ver con vidas ahogadas, en las que el entusiasmo no encuentra modos de expresión.

El entusiasmo aparece como índice valioso cuando es necesario optar por algo. Casos: la elección de una carrera, la decisión de afirmar una relación. En la constancia de la vida corriente el entusiasmo es el que aporta calidad de vida. Calidad de vida: no se trata de bienes materiales, meramente, sino de sentir que la vida que se está viviendo es la propia. El entusiasmo es el remedio para la sensación de irrealidad. Según el psicoanalista inglés Donald Winnicott, aquel que en vez de intentar negociar con la forma del mundo su opción personal (es decir, siguiendo las ideas de este artículo, el que da la batalla por su querer o su entusiasmo) es el que logra sentirse real. Aquel que, en cambio, acepta calladamente el peso de determinaciones a las que cree o quiere creer inamovibles padecerá una constante sensación de irrealidad. Esa irrealidad es la que suele describirse como la alienación que el sistema produce en nosotros, pero quien la considera de esa forma olvida que hay un espacio enorme de libertad que permite la posibilidad de otros sentidos.

Pero también es cierto que el entusiasmo no acepta trampas, que no puede lograrse por un acto directo de la voluntad. Uno no puede decidir entusiasmarse, ponerle pilas a una opción a la que no siente propia. Eso sería hacer trampa. Lo que sí puede hacerse es tener la brújula dispuesta y captar qué cosas nos provocan esa sensación especial. Y una vez detectado aquello que nos lo provoca es posible sí, elegir continuar su camino o por el contrario eludirlo, apelando a la conveniencia de seguir la vía del deber. Son opciones personales. La salud, la salud física en su expresión tanto muscular como mental, requiere que aceptemos la vía del entusiasmo, que es la vía del bienestar.

El entusiasmo es el despertar de la atención, de la excitación frente a la existencia. Es el despertar de la existencia. Es un camino porque implica una evolución, el entusiasmo no está quieto, o uno no lo está cuando lo siente, porque el entusiasmo no es una situación sino un proceso. Si es aceptado tiende a crecer, a hacerse cada vez más intenso, a desplegarse. Se traba en momentos de crecimiento y despliegue, cuando el apremio de ser más le produce problemas. El entusiasmo es la posibilidad de tener problemas y abordarlos, de manera tal de producir el crecimiento. Sin entusiasmo falta la fuerza de la superación, la oportunidad de crecer, la coartada para más, el interés por las cosas.