Thursday, August 24, 2006

¿Google es Dios?

(Artículo publicado en Revista Noticias en el 2003)


Thomas Friedman propuso, en “The New York Times” , que el buscador Google es Dios, volviendo a aplicar el eterno truco de utilizar viejos formatos (en este caso, Dios) para pensar experiencias nuevas (en este caso, internet). Al hacerlo, puso a Dios en donde hace ya rato que no está, cediendo a la tentación de aplicar sentidos conocidos como forma de abordar lo que es desconocido y recién empieza a ser. Internet nos llevará a lugares que hoy no podemos pensar, pero haríamos bien en tratar de comprender el camino en vez de remitirnos a una forma repetida. ¿Por qué toda potencia sorprendente debe llevarnos absurdamente a hablar de Dios? ¿No es mejor, más interesante y más adecuado, tratar de entender el sentido de esas fuerzas inconmensurables creadas por la experiencia humana como parte de un desenvolvimiento nuestro más que utilizarlas para renovar la actitud de la fe?¿No es mejor ver a internet como cosa por pensar antes que reducirla a cosa pensada, usando para ello el formato reverente de una divinidad todopoderosa? ¿No es mejor asumir el peso y la libertad de esa creación fabulosa antes que arrodillarnos frente a su poder inimaginable, e incluso adjudicarle una voluntad omnisciente cuando no es más (ni menos) que un espejo de nuestros pasos humanos, amplificado por acción de nuestra ansia comunicativa y vital?

Porque si algo es internet, es justamente un cúmulo aún no comprendido de nuevas posibilidades y nuevas formas de vida. No es otra realidad, ni la aparición de un trasmundo sagrado: somos nosotros mismos puestos en una circulación distinta, en una circunstancia de potenciación de lo que queramos plantearle, en situación de tener cada vez menos Dios y cada vez más mundo concreto y vida vivida. Si algún sentido podemos ver en internet es el de ser un desafío a nuestras maneras de comunicarnos y de producir ideas y pensamientos, no de una manera total y como anulación absoluta de nuestro pasado, sino como énfasis sobre todo lo nuestro, planteando experiencias que haríamos bien en intentar conocer –y aun más: diseñar- con el pensamiento dispuesto.

Es cierto que uno coloca en un buscador una palabra y que este entrega en un instante impensable una cantidad de resultados que exceden nuestra capacidad de asimilación, pero esa misma abundancia es la de nuestro mundo, no la producción de un dios sino la nuestra. ¿Será que ese derroche de opciones nos llama la atención en el buscador porque siempre las cosas se ven más claras cuando están un poco más lejos, en este caso a través de la distancia de la representación en la pantalla y no en la cercanía de una sensibilidad que camina por ejemplo por la calle? El mundo humano posee desde siempre una abundancia de opciones, de posibilidades, que preferimos negar para no tener que vivir la intensidad dificultosa de hacerle frente a tanta vida. Porque no sabemos cómo vivir tanto, cómo sentir esta vida dispendiosa sin deshacernos. Antes que hacernos cargo de nuestra fuerza preferimos concebir un Otro superior; antes que vivir nuestras vidas abundantes preferimos sentir que el vacío es un destino que acecha y limita nuestras posibilidades numerosas.

En vez de plantearnos que Google es Dios, ¿no es mejor juego, mejor hipótesis, hacernos cargo de los hechos, no llamar siquiera imaginariamente a un ser sobrenatural sino ver que este paso aún no del todo descifrado es una forma a la vez nueva y repetida de nuestra humanidad desmedida; entender que esta vida virtual que reproduce, potencia, rehace, reformula, reencuentra, desplaza y enriquece nuestra vida sensible y carnal, es un paso de hombres, de hombres que -como ya ha pasado tantas veces en la historia-, van incluso más allá de sí mismos, de lo que en determinado momento entienden y pueden, sin dominarse, sin poseerse, llevados por la propia fuerza de su invención apabullante a plantearse precisamente estos desafíos nuevos, llenos de peligros y de placeres, de posibilidades de error (404) y de inmediato regocijo y potenciación de toda creatividad y contacto?

Preguntas hay siempre y también respuestas. Puede que haya quien escrute la vida que aparece en su buscador como si se tratara de un texto sagrado; que en su necesidad o adicción a una fe sienta que quien le habla es el Ser; que busque en esos rastros o resultados las verdades finales que su angustia le hace anhelar. Eso no quiere decir que internet sea en sí misma la puerta a una experiencia enajenante o que vaya a constituir, como suelen describir las fantasías paranoicas, un supra poder que termine por dominarnos. Quiere decir que siempre hay hombres y mujeres dispuestos a tomar por la vía de la enajenación, a sentir que lo nuevo los desposee de sí mismos, porque, como dijimos al principio, saben sólo ser lo que son o ni siquiera, porque también el modismo de descalificar lo que se produce como nuevo y distinto luce como tic refinado cuando es mera emanación del temor.