Thursday, October 12, 2006

Pagni sobre el tema del Hospital Francés

Crece la politización de toma con incidentes del Hospital Francés

Por: Carlos Pagni

Incómodo debate oficial

El conflicto gremial del Hospital Francés y la crisis económica de ese sanatorio habían sido, hasta ayer, dos fenómenos dignos de por sí de la crónica periodística y la preocupación oficial. Pero los hechos tomaron otro curso: desbordaron la política y produjeron una crisis en el oficialismo. La aparición de barras bravas que intervinieron para disolver la huelga -impidiendo la acción de los tímidos efectivos policiales- desató una catarata de declaraciones de las máximas autoridades del gobierno y también de los responsables inmediatos del hospital. En todos los casos el problema fue el mismo: darle un significado (ya que no una justificación) a la agresiva actuación de activistas que adhieren a sectores del oficialismo y que este diario identificó en su edición de ayer.

El oficialismo apareció ayer, de nuevo, invertebrado para enfrentar la crisis que se abrió en el Hospital Francés. Ya no se trató del colapso de los servicios o la huelga de médicos y empleados. La herida ahora fue política: toda la línea de mando de ese sanatorio, comenzando por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, hasta el responsable médico, Walter González, pasando por el interventor, Luis Salvatierra. Ninguno de ellos pudo explicar la presencia de barras bravas en la entidad para defender al intervención pegándoles a los trabajadores y a la misma Policía. ¿Quién los trajo? ¿Cuál es su vinculación con el gobierno? A continuación, las incógnitas pendientes de explicación y algunas nuevas, aparecidas con el correr de las horas:

  • La figura del día fue Sergio «La Tuta» Muhamad, el coordinador de la comisión de Desarrollo Social de Chacarita Jrs., quien apareció como figura central de las agresiones a trabajadores en huelga y policías (curiosa como pocas la escena de TV en que le quita la gorra a un agente y éste, al parecer bien informado, la levanta del piso sin chistar, casi pidiendo disculpas al patovica).

  • Candor llamativo

    Nadie se hizo cargo ayer de las vinculaciones de Muhamad con el aparato político porteño, en el que milita como caudillejo de una unidad básica de la avenida Federico Lacroze, cercana a la sede de Chacarita. Salvo el dirigente de los «Jóvenes K», Nicolás Trotta, quien con llamativo candor, admitió fácilmente ante los micrófonos radiales que «La Tuta» es «un militante, al que es fácil encontrarlo en actos del kirchnerismo». Ni bien advirtió el costo que tendrían esas declaraciones (el periodista Luis Majul, que le hizo una entrevista, se lo hizo notar) aclaró que Muhamad es kirchnerista de la Capital pero no « Joven K»: «Tiene más de 40 años», delimitó Trotta, como quien aleja de sí a una alimaña ponzoñosa. Poca habilidad para deshacerse de una especie de «neo-batata» que, seguramente por una mala pasada del azar, apareció en una foto abrazado a Néstor Kirchner. Ya se publicó en este diario que sería una exageración evaluar las vinculaciones de un presidente por los retratos en que aparece junto a admiradores cuya identidad, seguro, desconoce. Pero alguien le debe haber explicado ayer a Kirchner, preferentemente temprano, el significado de todo el disparate político ocurrido a raíz de la huelga del Francés.

  • También Alberto Fernández, Salvatierra y el médico González jugaron a la mancha venenosa con «La Tuta». Fernández dijo desconocer en absoluto qué es lo que pasó en el hospital. No consiguió, sin embargo, que sus subordinados desmientan que es quien controla políticamente la intervención. El jefe de Gabinete se limitó a decir que «se ve que hay enfrentamientos internos». Debe haberse irritado Fernández, con razón. Ayer desde la dirección de prensa del Comité Nacional de la UCR se acusó: «Estamos frente a otro caso de impunidad garantizada desde el Poder Ejecutivo, que ante el reclamo justo de los trabajadores del Hospital Francés son agredidos por los patoteros rentados de Alberto Fernández». Los radicales ya están lanzados a enfrentar al gobierno ante cualquier tipo de episodio, aun ante hechos impulsados por la ultraizquierda.

  • Salvatierra, por su parte, produjo expresiones memorables que, como a Trotta, le traerán problemas ante la conducción de su partido. Por un lado, dijo no conocer quiénes eran los barras bravas que lo fueron a apoyar, a los golpes, de los huelguistas. Por otro, admitió que hubo que buscar algún auxilio por la escasez de efectivos policiales para terminar con la toma del sanatorio. Pero, al final de una entrevista que le realizaron en «Radio del Plata», usó la presencia de esos efectivos como coartada para demostrar que él no tenía ninguna necesidad de hacerse ayudar por barras bravas.

  • No consiguió Salvatierra desmentir al sentido común por lo que se vio en el Francés: en el intento por evitar la imagen de policías reprimiendo a trabajadores, las autoridades buscaron el auxilio de barras bravas para disolver una huelga considerada salvaje. El problema apareció ayer cuando no se les podía ofrecer impunidad a todos los involucrados en los desmanes. La crónica periodística de las primeras horas de la tarde consignaba que, de los 30 revoltosos que habían pasado la noche en el hospital, sólo 20 fueron detenidos por la Policía. Hubo 10 barras bravas que habrían logrado escapar del sanatorio rodeado. Lo hicieron mientras salían los directivos de esa casa. Casi una broma.

  • La presencia misma de Salvatierra al frente del hospital está destinada a crear problemas por el exceso de responsabilidades: además de interventor de ese sanatorio es apoderado del PJ Capital y abogado de ATC. Es lógico que diga, como dijo ayer, que él de sanitarismo no sabe nada y que está ahí para resolver la debacle administrativa del Francés.

  • En sus declaraciones Salvatierra puso como ejemplo del descontrol que, al hacerse cargo de la entidad, el encargado de las ambulancias se le presentó diciendo «tengo un acuerdo de palabra para prestar el servicio y quiero cobrar». ¿Se habrá resuelto ese estado de anarquía? Es posible que sí aunque en el hospital siga habiendo algunas curiosidades. ¿Es verdad que Guillermo Coppola, el antiguo representante de Diego Maradona, es proveedor de medicamentos a través de una empresa con sede en el barrio de Almagro?

  • La historia del Francés también comenzó a salir a la luz ayer, gracias a la locuacidad de casi todos los protagonistas. González, el director médico, corroboró algo que se publicó en este diario ayer y que ya había formulado el diputado Carlos Tinnirello: «El grupo Bapro estuvo involucrado en la corrupción que ha habido en el hospital», dijo el sanitarista. ¿A qué se refiere? ¿Al convenio realizado por la organización de Provincia Salud, durante la administración de Alejandro Mayoral, cuando la conducción del hospital estaba en manos de Carlos Tossi y Eduardo Helguera? ¿O alude a la operación anterior, por la cual desde esa prepaga se le enviaron todos los afiliados al Francés como prestador dominante?