Friday, July 21, 2006

Carlos Pagni: sobre Chávez, el Mercosur y las democracias retocadas.

Chávez exporta su autocracia más rápido que su extraño gasoducto
Carlos Pagni, Ambito Financiero, 21 de Julio del 2006
El primer indicio de esta transformación, que tiene en Fidel Castro a su precursor y en Chávez a su operador principal, se pudo detectar en la Cumbre de las Américas que se celebró en Canadá en julio de 2001. Allí el gobierno venezolano se negó a suscribir una declaración en favor de la « democracia representativa». En noviembre pasado, durante la edición de la misma reunión que se realizó en Mar del Plata, la profesión de fe en ese sistema de gobierno mereció de parte de Chávez una salvedad: «Reserva de Venezuela», dice el párrafo.

A diferencia de esa forma de configuración del poder, el presidente bolivariano aconseja constituir «democracias participativas». En ellas los actores centrales no son los partidos, sino las « organizaciones del pueblo», pasablemente informales, que sirven para que se produzca el milagro de la inmediatez, a través del cual el líder dialoga con la masa. El método es especialmente favorable a la constitución de jefaturas carismáticas y garantiza a quienes las desempeñan la capacidad de arbitrar en conflictos y tensiones. Lo primero que se suprime en esta arquitectura es la división de poderes, claro. En Venezuela ya comenzaron, constituyendo un Congreso en el que sólo hay oficialismo. ¿Va por el mismo camino Bolivia a partir de la Constituyente que comenzará a sesionar el 6 de agosto? ¿Qué relación existe entre estas mutaciones y la «contrarreforma constitucional» que el radical Ernesto Sanz denunció en la Argentina a partir de la nueva reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia?

Resulta llamativo que en la cumbre de Córdoba esta transformación haya encontrado a un vocero supuestamente progresista: Chacho Alvarez. En su calidad de secretario general del Mercosur, el ex vicepresidente de la Alianza elevó a los cancilleres del bloque una propuesta para que se constituya un «Observatorio Democrático» a través del cual sean los países del bloque los que determinen la calidad de sus propias instituciones políticas y, sobre todo, de sus comportamientos electorales. En otras palabras, Alvarez pretende modificar la cláusula democrática del Mercosur, una inquietud que sólo puede volverse comprensible a la luz del reciente ingreso de Venezuela a la unión aduanera. Alvarez, quien durante los años 80 y 90 había puesto en discusión las vigas maestras de la tradición fascista en la que se acunó el peronismo clásico, regresó ahora a la vieja fe, aconsejando evaluar los procesos políticos de acuerdo con peculiaridades geográficas e históricas que pueden volver pluralista lo que para otras zonas del planeta resulta sectario y opresivo. Un nuevo diccionario, con nuevas clasificaciones, como las de la enciclopedia china que inventó Borges. Lo primero que cambiará es la acepción de «fraude».

Con su «Observatorio», Alvarez les prestaría un servicio inmejorable a Castro y a Chávez, si se parte de la hipótesis de que Néstor Kirchner todavía no requiere de ese auxilio: Mercosur y, eventualmente, Sudamérica, podrían tener su propio organismo evaluador de derechos humanos, en reemplazo de la clásica Comisión Interamericana de Derechos Humanos que funciona en el marco de la OEA. Un buen modo de sustituir los estándares habituales de evaluación por otros más sensibles a la «idiosincrasia» de cada lugar. La conexión entre aquellos reparos venezolanos de Montreal y Mar del Plata y estas innovaciones que se proponen en la cumbre de Córdoba es mucho más eficiente que el gasoducto imaginario, es obvio.

  • Imaginación

    Del mismo modo que Chávez, Castro y el representante de Kirchner en el Mercosur, Alvarez, imaginan una nueva cláusula democrática asociada a sistemas plebiscitarios y a una concepción relativista de los derechos humanos, en el campo económico también se ha comenzado a deconstruir el orden interamericano. Acaso el primer martillazo sobre la antigua estructura lo haya dado Néstor Kirchner, en Caracas, cuando de la eventual emisión de un bono binacional derivó la creación de un banco regional. Sería una forma de prescindir del Banco Interamericano de Desarrollo y, sobre todo, de sus condicionalidades crediticias, asociadas de manera directa con los estatutos del Fondo Monetario Internacional. En este caso, la encargada de promover la sustitución es Felisa Miceli, quien anunció que su prioridad para la cumbre de Córdoba será acelerar la creación de ese nuevo BID.

    Ayer, este diario publicó en su tapa la foto de un edificio estrafalario, que sumaba las dos alas de la Casa Rosada, la cúpula del Congreso y el gran portal de Tribunales en una misma arquitectura. Todo en el mismo cuerpo, todo bajo el mismo mando. Es posible que esta ingeniería avance más velozmente que la de «El Gran Hugo», que ya se proyecta como la extensión de dos tramos, uno entre Venezuela y Brasil, el otro entre Bolivia y la Argentina, que no estarán conectados entre sí más que por la retórica y la imaginación. Ese conducto inconexo parece una metáfora de aquellas nuevas instituciones que bullen en el laboratorio de Chávez, Castro y su nuevo aprendiz, Chacho Alvarez. Son arquitecturas impensables, como las de las imágenes de Escher. Ideadas por dirigentes que accedieron antes a la noción de «liberación» que a la de «libertad», sólo garantizan una temible regresión para una región en la cual construir instituciones ha sido «arar en el mar». Por recordar las palabras y la lección del venerado Simón Bolívar.